Escondidos

El tiempo nos ayuda a construir nuestras verdades. No existen verdades absolutas. Aunque miramos fijamente, seguros de nosotros mismos y de nuestro discurso, es cierto que las construimos de acuerdo con nuestras fortalezas.

No salimos a la calle con la verdad por bandera porque debemos esconder nuestras debilidades si no queremos ser juzgados, culpados y castigados.

No escondemos nada más que tonterías emotivas para nosotros. No hemos robado, ni matado, ni roto ninguna otra ley humana o celestial.

Aprendemos a ser nosotros. Mirarnos al espejo, reconocer la imagen que nos devuelve y que ésta, sea agradable a nuestros ojos. Continuamente intentamos ser mejores, por nosotros mismos, por último, ser mejor para los demás.

Vivimos contradichos. Cuando están, nos impiden hacer y cuando por fin se van, nos queda un agujero en el pecho que nos ahoga.

Caminamos en busca de nuestro yo, solos. Nos acompañamos de la familia, los amigos, los amores, la música, la palabra y la escritura. Yo me encierro en la cáscara donde mí sé a salvo. Escucho el canto de las sirenas. Me falta la ilusión que me enloquece y me expulsan de la madriguera para salir a la calle con la cara limpia, en busca del sol, con la sonrisa los labios, las gafas de sol, el coche descapotado y el pelo al viento .

Lo que queremos a veces se vuelve utópico pues, siempre podemos encontrar la excusa para decir que no, ahora no toca, nos falta. La felicidad es una actitud vital y perdida, tienes que aprender y emprender haciendo camino.

Retórico, mejor así. Mejor así que no directo, con la verdad por delante, donde todo el mundo se cree con derecho a dar su opinión y hacer de juez. Castigados, condenados y cumpliendo pena por redimirse de un lejano pasado, casi olvidado, viviendo un presente lleno, pues mañana ya no es tan lejos y el próximo año seguro que aún será mejor.