El perfume de la Navidad
Sube la temperatura. No es una noche como cualquiera. Es Nochebuena y aunque suene raro hay que decir que, esta es la noche más caliente del año.
Sin calefacción, ni alcohol. Tan sólo una conversación.
Elige una pareja de acuerdo con el olor personal que desprende. Las feromonas. Sube y baja la libido de quien primero, te gusta físicamente, te atrae intelectualmente y finalmente, cuando llegas a la piel y la pruebas, decides repetir la experiencia o no volver a acercarte.
En una mesa donde no hay familia, clásicamente entendida, las amistades pasan a ser la familia recurrente.
La familia que valoramos en el día a día, la que hoy está y mañana no se. La recurrente. Aquella que elegimos. La familia capaz de hablar de sexo sin complejos en una cálida noche de Navidad.
Para los que tienen valores católicos y cristianos, esta es una conversación y un escrito donde no se sentirán a gusto. Para el resto, no importa escuchar para aprender, como expresar opinión para atraer, pues en una cena donde tres y tres no hacen seis, aunque tres parejas saldrían, quien escucha y no quiere expresar, quien explica quiere imponer y quien dice que ni fu ni fa, acabará por meterse en la cama con el menos deseado.
Mientras escribo escucho las risas de mis amigos.
Comen fresas con chocolate y las mojan con cava del Priorat.
A saber, una noche de Navidad caliente, sino la habéis vivido, os recomiendo reservar plaza para el próximo año que, aunque no estemos todos o no seamos los mismos, a la edad que tenemos, sin trampas ni mentiras religiosas, vale la pena haberla vivido a su lado.
Permitidme pues abandonaros. Me toca atender a los amigos. A saber como acaba la noche o quien con quien la acabará de madrugada.
Sólo me llevaré lo que habré vivido.
Buenas noches y buena suerte.
Sin calefacción, ni alcohol. Tan sólo una conversación.
Elige una pareja de acuerdo con el olor personal que desprende. Las feromonas. Sube y baja la libido de quien primero, te gusta físicamente, te atrae intelectualmente y finalmente, cuando llegas a la piel y la pruebas, decides repetir la experiencia o no volver a acercarte.
En una mesa donde no hay familia, clásicamente entendida, las amistades pasan a ser la familia recurrente.
La familia que valoramos en el día a día, la que hoy está y mañana no se. La recurrente. Aquella que elegimos. La familia capaz de hablar de sexo sin complejos en una cálida noche de Navidad.
Para los que tienen valores católicos y cristianos, esta es una conversación y un escrito donde no se sentirán a gusto. Para el resto, no importa escuchar para aprender, como expresar opinión para atraer, pues en una cena donde tres y tres no hacen seis, aunque tres parejas saldrían, quien escucha y no quiere expresar, quien explica quiere imponer y quien dice que ni fu ni fa, acabará por meterse en la cama con el menos deseado.
Mientras escribo escucho las risas de mis amigos.
Comen fresas con chocolate y las mojan con cava del Priorat.
A saber, una noche de Navidad caliente, sino la habéis vivido, os recomiendo reservar plaza para el próximo año que, aunque no estemos todos o no seamos los mismos, a la edad que tenemos, sin trampas ni mentiras religiosas, vale la pena haberla vivido a su lado.
Permitidme pues abandonaros. Me toca atender a los amigos. A saber como acaba la noche o quien con quien la acabará de madrugada.
Sólo me llevaré lo que habré vivido.
Buenas noches y buena suerte.
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