Conexiones

Extrañamente conectados. A veces, inesperadamente, nos sentimos íntimamente ligados a una persona, un paisaje, un libro o cuatro acordes.

A menudo, sucede con lo desconocido. En un instante te das cuenta que forma parte de ti. Te seduce, atrapa. Un lazo mágico. Tardas solo un instante en aceptarlo como parte tuya. Indivisible.

Te transporta. Te fascina. Te aturde.

No puedes entender haber vivido sin darte cuenta de su existencia. Nada volverá a ser igual. Formará parte de tu vida hasta que se pierda de nuevo entre tus recuerdos.

Por mi parte, recuerdo el momento en que Jordi Savall me sedujo con la Viola de Gamba. No había escuchado nunca aquel sonido, las armonías y los matices que le daba a cada partitura.

El azul del Mediterráneo, Cadaqués a mis pies, Cap de Creus a un lado y debajo de mis zapatos, la tierra seca, árida vegetación, tramontana valiente. Un sentimiento sereno se transmite a todo lo que hay debajo del azul del cielo.

Mi gesto embobado cuando en el teatro, Mar i Cel, los piratas despliegan las velas de su nave. Cantan, navegan y piden amparo a Dioses y Diablos para llegar a buen puerto.

Un gesto sutil, una mirada. La luz que atraviesa un centenario cristal para llegar a tocar una vez más, la baldosa cocida del suelo de una masía.

El color de sus ojos, desconocida, mirada expresiva, me relatan los caminos de donde provienen y los caminos que investigan.

Un lirio, un paisaje de noche, una luz en la ventana. Trazas de pinceles que recorren el grueso de la pintura.

No me quiero perder ni pensar, al no poder recordar.

Conchas en la arena.