Ya no quedan niños en las calles de la ciudad

No, ya no vemos niños por las calles.

En agosto de 2012, visité una exposición en el casco antiguo de Girona. Cuando yo era pequeño, mis amigos lo llamaban el "Barrio Chino". Nosotros no. Nosotros decíamos que este era nuestro barrio.

En casa, fuimos seis hermanos más, mi padre, mi madre, los amigos, los amigos de los amigos de la familia y los parientes de paso y vecinos del barrio. Siempre había gente en casa. Si hoy tener dos hijos nos lleva mucho trabajo, qué les debió pasar por la cabeza a mis padres para tener seis hijos y sin ninguna comodidad económica ?

Pero hoy solo toca recordar la felicidad. Recordar la infancia. La infancia y los juegos. Los juegos y los amigos. Los vecinos, los chillones, los gitanos, los locos, los pobres, a los personajes exóticos, al Sr. Nadal y a mucha ,mucha otra de la gente del barrio.

Si cierro los ojos aún puedo sentir el olor agrio  y de humedad de las escaleras y los portales de todas las casas del barrio de San Félix. Nos escondíamos, jugábamos detrás de sus puertas. Creíamos que eran nuestros castillos, con princesas y caballeros dispuestos a protegerlas. Las peleas las teníamos con los del barrio de arriba, los de Torre Gironella. Siempre había alguien que acababa atado a un árbol de los jardines del Paseo Arqueológico.

En verano, en la plaza, todos llevábamos muebles viejos y maderas para quemar. Pequeños y mayores pasábamos de casa en casa preguntando si tenían algo con que alimentar la hoguera de San Juan. Todo se acabó, el día que, jugando, un petardo terminó encendiendo la madera almacenada en la fuente de la plaza. Aunque se arregló, hoy todavía se puede ver los efectos de aquel fuego.

Recuerdo los gritos de los niños jugando. Pelota al aire y todos a correr.

Las escaleras de San Félix nos sirvieron para hacer nuestras propias planchas de Surf. Bajábamos como balas. Una vela sustraída de la iglesia de San Félix, servia para encerar una madera y con sólo estos dos ingrediente, ya teníamos nuestro cohete para bajar escaleras.

No jugábamos mucho a fútbol. Cada vez que la pelota caía fuera de la plazoleta, saltábamos por encima de los coches para poderla coger primero que el equipo contrario.

Mis mejores amigos eran Joan Carles y Joan Parecíamos "culo y mierda" (permítase la expresión). Cuando salíamos de la escuela íbamos de casa en casa para salir todos a jugar a la calle. Mi madre, si se asomaba por el balcón y no nos veía en la plazoleta, al grito de "Josep a casa", llamaba por telefono a casa de mis amigos. Parecíamos inseparables.

Mi colla, tiene su origen en la Parroquia de San Félix. Todo comenzó con la primera comunión y cuarenta años después seguimos siendo los mismos. Os diré, que de algunos de mis amigos, no puedo decir cuando los conocí. Estoy seguro, que los conozco de antes de tener memoria.

Si las piedras de mi barrio viejo hablaran, contarían mil historias de monaguillos que hacían el tonto jugando en la misa de los domingos. De los encuentros con los amigos a las puertas de la iglesia. De muchas risas y de alguna lágrima que siempre hay quien derrama.

Para aquellos que no reconozcan como era el barrio de San Félix en Girona y qué tipo de gente vivía en el malnombrado barrio chino os diré que, para mí, no hay mejor lugar donde haber podido vivir mi niñez.

Por último, no puedo dejar de recordar a mis vecinos. Los Casas, el estanquero, los farmaceuticos, el Sr. Brugué, Carlos GRI, Miquel de la carnicería, la tienda de la xaia "donde cazabamos nuestros tesoros", el sastre y  su mujer, el pintor, el Dr. Nogué, el de Foto machuca, la Margarita, Elvira, los hermanos Redondo, el carpintero, el barbero y su caña de pescar, el Forn Montserrat y toda su familia, José,  Casademont, los Esteva , los de la balear, el bar Lina, las chicas de compañia y sus vecinos, Mosén Gubau y tanta y tanta gente de mi alrededor, que nunca he olvidado.

Por todo ello sólo me falta dar las gracias, a mis padres por haber elegido el mejor lugar donde vivir y a mis amigos y vecinos por haberme ayudado a ser "un niño de la calle"