Fiestas de Navidad
Cinco de diciembre y ya le vi las orejas al lobo. Se me hará largo, como cada año. Me da más miedo que alegría, aunque este año no tendría porque ser así.
Me justifico. Días de consumo cuando no se puede. Comidas y cenas con familia, compañeros de trabajo y amigos. Da pereza, no son elegidos y todos amontonados en un mes.
Ya me llegan mensajes que me advierten que el 7 de enero habrá retrasar la balanza cinco kilitos!
Suerte que ya hace años que no voy a Misa en Nochebuena. Aún guardo el recuerdo de ir por obligación y pasar un frio de miedo. Otra vez todos apelotonados junto a las estufas de butano colgadas en las columnas que, por lo menos, nos calentaban las cabezas, antes con pelo y ahora calvas.
Qué hartón de picar al Tió. El de cada año. Aquel que decimos sólo cagará cuatro tonterías y que acaba por tener diarrea con tantos padrinos y parentelas. Sin control. Por más que se diga.
Carísima cena la de fin de año, vino blanco, vino tinto, rosado y cava, uvas, gin-tonic, cubata, Whisky y lo que se tercie. De tonterías se dirán un montón y vete a saber dónde acabas durmiendo y con quién te levantas pues, días de olvido se combinan con ilusiones y, con tanto alcohol en las venas, acabas para explicar la misa de navidades pasadas o compartir tus fantasías sexuales presentes.
Noche de brujas y brujos.
Firmo este calvario gracias al regreso de las sonrisas de mis hijos la madrugada de reyes. La ilusión, los nervios, las sorpresas y alegrías que se desprenden.
Un día más y todo se acaba.
Se acabaron las fiestas y sobreviviremos otro año a los dias de las fiestas consumistas del solsticio de invierno. Dejo de lado simbolismos religiosos que para mí, quedan como recuerdo y comparto como tradiciones y no creencias.
La resaca puede ser grande.
Para todos aquellos que las fiestas de Navidad os entristecen y se os convierten en una pesadez difícil de tragar, me complace invitaros a mi mesa. Comeremos, beberemos y explicaremos sandeces y mientras dure la fiesta, sonrisas de oreja a oreja.
Quien no lo firmaría?
Me justifico. Días de consumo cuando no se puede. Comidas y cenas con familia, compañeros de trabajo y amigos. Da pereza, no son elegidos y todos amontonados en un mes.
Ya me llegan mensajes que me advierten que el 7 de enero habrá retrasar la balanza cinco kilitos!
Suerte que ya hace años que no voy a Misa en Nochebuena. Aún guardo el recuerdo de ir por obligación y pasar un frio de miedo. Otra vez todos apelotonados junto a las estufas de butano colgadas en las columnas que, por lo menos, nos calentaban las cabezas, antes con pelo y ahora calvas.
Qué hartón de picar al Tió. El de cada año. Aquel que decimos sólo cagará cuatro tonterías y que acaba por tener diarrea con tantos padrinos y parentelas. Sin control. Por más que se diga.
Carísima cena la de fin de año, vino blanco, vino tinto, rosado y cava, uvas, gin-tonic, cubata, Whisky y lo que se tercie. De tonterías se dirán un montón y vete a saber dónde acabas durmiendo y con quién te levantas pues, días de olvido se combinan con ilusiones y, con tanto alcohol en las venas, acabas para explicar la misa de navidades pasadas o compartir tus fantasías sexuales presentes.
Noche de brujas y brujos.
Firmo este calvario gracias al regreso de las sonrisas de mis hijos la madrugada de reyes. La ilusión, los nervios, las sorpresas y alegrías que se desprenden.
Un día más y todo se acaba.
Se acabaron las fiestas y sobreviviremos otro año a los dias de las fiestas consumistas del solsticio de invierno. Dejo de lado simbolismos religiosos que para mí, quedan como recuerdo y comparto como tradiciones y no creencias.
La resaca puede ser grande.
Para todos aquellos que las fiestas de Navidad os entristecen y se os convierten en una pesadez difícil de tragar, me complace invitaros a mi mesa. Comeremos, beberemos y explicaremos sandeces y mientras dure la fiesta, sonrisas de oreja a oreja.
Quien no lo firmaría?
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