Escrito y editado por Pep Cassany

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Parábola del pescador




Lanzan la red, ponen en marcha las máquinas de la barca y peinan la playa arriba y abajo con la esperanza de una captura fácil, indiscriminada y con el único fin de llenar la cesta y vender el pescado. Imposible de comérselos todos, los llevan a mercado. Capturas de todo tipo y por supuesto, hay quien los compra aunque siempre quedan los excedentes de la captura que prefieren tirar, antes de llevarlos a casa.

De madrugada en la playa hay quien tira la caña. Ha elegido el cebo, el lugar, el hilo y está dispuesto a marcharse de vacío y otro día volver. Le motiva la selección, la lucha para conseguir el objetivo.

Aunque ambos les gusta salir de pesca, una se entiende como pesca profesional y la otra, deportiva. Al primeo, el dia que el mar se lo permite, sale a faenar y ganarse la vida, mientras que al otro, sólo lo hace cuando puede, quiere o se lo permiten.

Si yo fuera pececillo, por extraño que parezca, difícilmente caería en las redes del profesional. Normalmente estoy curioseando en uno u otro coral, entretenido haciéndole cosquillas y pensando, donde se la pandilla con la que había venido por aquí.

En mar abierto siempre existe el pez grande que se come al pez pequeño. Pérdida de identidad cuando te mueves al mismo ritmo que el banco de pescado al que perteneces, por especie. Termoclina que te  ha destemplado cuando te coge de sorpresa.

A cobijo, de una piedra valiente que nace del fondo para sacar la cabeza, más arriba de este Mediterráneo, donde el sol desploma con fuerza y nos regala la luz y el calor que nos da vida, me paseo como he dicho, distraído entre corales , moviendo la cola en un bosque de gorgonias y jugando, escondiéndome en la arena blanca y fina de los bancales de arena próximos a las playas.

Antes no pique el cebo, husmeo cerca de la playa o la roca. Miro de reojo de donde proviene la rosca, el anzuelo, el hilo, la caña y si quien la lanza, firme a su lado, disfruta de los sentidos mirando el mar, escuchando el rumor de las olas, oliendo el aroma que desprende el agua salada, que a veces prueba, cuando el rocío de madrugada, mezcla y empapa sus labios.

En esta etapa de la vida he decidido ser pececillo y no pescador, del mismo modo que he decidido escribir una parábola y no explicar claramente lo que ayer, antes de ayer, la semana pasada y la otra hemos ido hablando entre todos . Quien llegue hasta aquí y lo entienda, que lo explique y nos lo comente.

Y tú, pescador / a,  atún o pececillo?


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