Escrito y editado por Pep Cassany

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Murmuro

opinión con acento de Josep Cassany


Pasos cortos. Acompasados. Ralentizaba el paso y se detenía. Juraría que los contaba. Se quedaba embobada ante el escaparate de cada tienda de ropa, zapatos, bolsos o cualquier tipo de complemento. El centro comercial de la ciudad era su habitat natural de la misma manera que una fiera se pasea por la selva mientras decide a quien llevarse a casa para cenar.

Miraba los maniquíes de arriba abajo. Se fijaba en la combinación que habían elegido los diseñadores para llamarle la atención. A pesar de ser invierno, la muñeca vestía de primavera con una camiseta de rayas marineras, un jersey de punto, color azul cielo, con un detalle en los botones para hacerlos diferentes de aquel que todos habíamos comprado temporadas atrás. Le gustaban las faldas tejanas cortas como la que lucía la maniquí pero, al bajar la vista hasta el listado de precios, soltó un sonoro "cojones" señal de susto, al comprobar que equivalía a dos semanas de trabajo. A ese precio, esperaba que fuera el mismo diseñador  quien la que hubiera cosido !

Quince pasos más allá, un nuevo escaparate, una marca diferente y un precios más adecuados a su bolsillo. No le gustaba ninguna de la ropa que veía y siempre le contaba a quien quisiera escuchar, que tampoco se reconocería luciendo el mismo modelito que todas. En cualquier caso, de la marca y la tienda sólo le interesaban los complementos y los de este año, tampoco, aunque en el escaparate, había unos zapatos con un poco de tacón que le gustaban bastante. Si cuando lleguen las rebajas todavía están, entrará a probárselos y en el caso de que le gusten como le quedan, se lo empezará a pensar.

Algo la diferenciaba de todas las otras mujeres que como ella, murmuraban ante los escaparates. Sabía que muchas personas la reconocían como una de las habituales de aquellas calles, un espacio que calificaba de hogar. Hay quien pensaba que vivía enfadada con el mundo y importunaba expresamente a la gente que se detenía ante la caja mágica que representaba el escaparate de cada tienda. También había otros, caminantes que no se detenían y que a ella le parecía que  la miraban con indiferencia o malamente. Tengo monos en la cara, les preguntaba

De una u otra manera llamaba la atención. Bien fuera, por los comentarios que hacía o por la ropa que llevaba. Más de una vez le habían pedido amablemente que se marchara de delante de una tienda y alguna vez incluso, la amenazaban en llamar a la policía por los disturbios provocados al gritar a las dependientas.

En estas fechas de Navidad donde los comercios hervían de gente comprando, observaba como hombres y mujeres vaciaban las carteras y desnudaban los maniquíes. Le costaba entender, sentada en un banco ante el escaparate que contenía los zapatos que tanto le gustaban, porqué no habían venido días antes, cuando habían todas las tallas y colores. Por un momento guardaba sus bolsas a un lado y mientras contemplaba a la gente pasar, les seguía sus pasos imaginando, para quién sería el regalo que estaban comprando. Marido, niños, un amigo, un amante?

Murmuraba en voz alta, mientras la gente pasaba a su lado y los hacía girar. Vencida, sentada, soñando, hoy ha sido un Señor quien la ha despertado. Le ha traído un bocadillo recién comprado en la panadería de la esquina. Murmurando, agradeciéndole su gesto, se ha levantado de aquel banco sin dejarse ninguna de aquellas bolsas de plástico que supongo, contienen todas sus pertenencias, un peine, un lápiz de ojos gastado, un jersey de abrigo, una barra de pan y un cuchillo. Hoy no tendrá que volver a pedir una limosna para comer.

Ha murmurado o así me lo ha parecido, Felices fiestas.

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