Escrito y editado por Pep Cassany

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Señorita felicidad




Con tantas cosas que lleva en el bolso, no hay manera de encontrar las llaves de la puerta del piso. Cargada con la compra del supermercado, la bolsa de la escuela y la chaqueta de la niña, una botella de agua vacía que había quedado en el coche y encima, la niña tiene prisa por entrar pues, va chillando que se le escapa el pipí. Para colmo de males, agobiada por la última llamada de teléfono donde se ha tenido que escuchar que es una fresca. Este fin de semana ha decidido marcharse y su ex-pareja no puede quedarse con la niña porque no tiene calefacción en su casa.

No será la primera ni la última vez que le tocará llevar a la niña y darle dinero a su padre para que le compre la comida del fin de semana.

Las deudas ya no le angustian. La casa es lo primero que se quedó el banco y no mucho más tarde, el coche. Ahora cada mes tiene el embargo del sueldo para poco a poco, devolver el que ambos se habían comprometido a pagar.

Con su sueldo, apenas le da para todo. Da gracias a que  vive en salud y ante lo que otros califican como problemas graves, ella sonríe y  le hace frente con una sonrisa.

Su filosofía le aporta felicidad. No es ninguna loca. Tampoco una inconsciente. Ella decidió que no se debe sufrir por todo aquello que tiene solución, pues hay solución. Tampoco lucha contra lo que no tiene solución, pues no la tiene. Con estas pautas, ha hecho frente a la vida y la vida le ha regalado la alegría de vivir al día.

Dejó de vestir a la moda. De tomar gintonics o cenar fuera de casa. Paseará y hará actividades donde pueda llevar la neverita de camping cargada con agua y bocadillos. Utilizará ropa que le han regalado para la niña. Calentará la cocina con butano y el comedor, con la leña que arderá en la chimenea.

Lo sabe. Lo tiene muy claro. Quien tiene amigos tiene un tesoro y por supuesto, cuando les pide ayuda con una sonrisa en los labios, no hay quien se la pueda negar. Es feliz. Vive con lo poco que tiene, aunque antes estuviera acostumbrada a haber vivido con lo mejor de cada tienda. Le da igual. Tiene lo mejor que le ha podido regalarle la vida. Una hija a quien amar.

Recibe amor, aprecio y reconocimiento de quien no sabe ni la mitad, aunque no lo pide. Reclama lo mismo que ella está dispuesta a dar y ella, lo da todo. En cuestión de amor, se la juega al 100%. No cierra ninguna puerta, ni una ventana. Sabe que tiene que volverá a encontrarlo y aunque no haya tenido la suerte deseada, tarde o temprano le llegará.

Juega a la lotería. Buscar las oportunidades en walapop. Siempre hay quien está dispuesto a regalar y ella, lo acepta. Encuentra las mejores ofertas. Cree en lo imposible. Dios proveerá.

Viaja por el precio de una buena comida. Siempre habrá quien la acompañe. No necesita idiomas, practica con los nativos el sutil arte de la mímica y así, se entiende con todos. Ríe. Ríe mucho. Todo la hace reír, aunque como cualquier mujer, tiene tanta mala leche como para dar y vender.

Le resulta difícil enfadarse y se desenfada con facilidad. No hay porque ser terca y quedarse la mala hostia para ella sola. A quién se lo haría pagar?

Y las llaves? habrán quedado en el coche ? ahora le volverá tocar a bajar. Dejar la compra, las bolsas y los utensilios delante de la puerta de la casa. Bajar corriendo por las escaleras. La niña en brazos. Abrir la puerta de la calle y mientras le baja las bragas para hacer un pis escondida entre dos coches mal aparcados encima de la acera, buscará los pañuelos de papel de su bolsillo de atrás. No sea que se moje la niña y añada otra faena a la tarde.

Esta es su vida y la vive con alegría. Su sonrisa nos recompensa, Señorita Felicidad.

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