Si la Constitución fuera un texto democrático, permitiría expresarse en las urnas

Las heridas de los dos bandos de la guerra civil aún hoy no se han cerrado. Es evidente que los combates a gran escala concluyeron el año 39, aunque de una u otra manera, las ideologías de los combatientes han perdurado en los legados familiares.

En el bipartidismo democrático, izquierdas y derechas, continúan representando las dos Españas, del mismo modo que, los herederos de la República Catalana, reclamamos los mismos derechos que un día proclamamos desde el balcón de la Generalitat y nos la arrebataron por las armas.

En la España de posguerra donde la represión franquista en el bando perdedor era generalizada, las opiniones políticas se enmudecieron y quedaron recluidas en ámbitos familiares. Somos los hijos y nietos del franquismo, los que en la transición y la consolidación de la democracia nos creemos libres para expresar nuestras ideas y ponerlas en común en espera sean tenidas en cuenta según los resultados de las urnas.

En general, hemos aceptado las normas del juego democrático fijadas en la Constitución del 78, redactada tras una Dictadura y aprobada por todos. Entiendo que en ese período, tras la muerte de Franco, la sucesión del Rey y el encargo del gobierno de Suárez, los padres de la Constitución redactaron un documento de mínimos y que seguro, ahora la redactarían de manera diferente. Si en eso estamos de acuerdo, porque somos incapaces de ponernos a redactar una nueva? Por que a día de hoy seguimos enfrentados en los mismos dos bandos y con las mismas dos naciones que queremos un estado propio.

En España, quien en el juego democrático se convierte ganador en porcentaje de votos, desprecia la opinión de los adversarios políticos, impone Leyes propias y por tanto, recluye las ideas políticas de la mayoría de la población a su ámbito social o territorial.

Cuando escucho a los representantes políticos y no a los partidos, hay quien cree que estamos viviendo la juventud de la democracia y la Constitución vigente es un documento válido, otros que la valoran como suficientemente madura y por tanto intocable exceptuando cuestiones de estado y otros que, creen continuamos viviendo en un período de transición donde se podría cambiar.

En todo caso, en primer lugar como sociedad deberíamos cerrar heridas y salvar distancias entre dos posiciones que resultan inmóviles, gobernantes y oposición. Quien gobierna y aprueba leyes sin tener en cuenta otras posiciones políticas no es un gobernante democrático si no un Dictador encubierto por sus parlamentarios.

Una sociedad democráticamente madura debería afrontar la reforma de la Constitución para convertirla en un texto de derechos fundamentales, con capacidad de adaptarse, regenerase y modernizarse de acuerdo a la voluntad del pueblo. Un documento vivo sometido a las urnas.

Un buen gobernante debería ser aquel que no pretende complacer a los suyos sino, aquel que gobierna teniendo en cuenta el sentimiento y voluntad de todos. Aquel que gobierna solo, se asegura la continuación del conflicto a corto, medio o largo plazo pues, las ideas y creencias, pensamientos y sentimientos, radican en el individuo.

España debería afrontar una reforma constitucional que permita a los individuos y pueblos, sentirse representados. Sean los españoles que quieren serlo, como los catalanes y vascos que no nos sentimos españoles y creemos disponer de la mayoría democrática para constituirnos en un estado propio.

Si la Constitución fuera un texto democrático, permitiría expresarse en las urnas