Escrito y editado por Pep Cassany

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Deberíamos aprender a decir, Te quiero








Quien no lo conocía nada sabía. Para muchos tenía un semblante distante mientras que para otros, cercano, intimista y sensible. Estadísticamente, hablaba con más mujeres que con hombres y por lo tanto, eran ellas las que más conocían al personaje en cuestión.

Los hombres, lo miraban de reojo y alguno como yo, nos acercábamos a él para saber más del éxito que tenía entre el público femenino. No era alto, ni guapo, ni joven. Algo debería tener aquel hombre para que siempre lo encontrara rodeado de mujeres. Aunque, tampoco él hacía distinción. Había mujeres de todas las edades y condición. Casadas, solteras, separadas, divorciadas, con o sin hijos, pareja o animal de compañía.

En pandilla, no destacaba. Este papel, está otorgado a los llamados machos Alfa. Chicos más jóvenes, que actúan como gallitos de corral y que necesitan mostrar su agresividad, simpatía o fisonomía. Los años habían surcado su piel y su vida.

Aprendía a golpes. A veces, como un asno al que la experiencia no le ha enseñado, volvía a caer en las mismas trampas que las personas le deparaban  una y otra vez a su paso. A él, Todo el mundo le parecía bueno mientras no le demostraran lo contrario y aún así, rara vez  desconfiaba de nadie y se lamentaba por haberlo hecho con quien no se lo merecía. Muchas veces incapaz de decir no, a pesar de saber que no le convenía.

Estaba satisfecho por ser como era, con todos sus defectos y  las pocas virtudes que se otorgaba. Esperaba, que tarde o temprano alguien le reconociera  al menos, una, aunque pecaba de falsa modestia pues, sabía perfectamente en que destacaba. No quería reconocerlo públicamente. Con su manera de hacer y su personalidad, estaba convencido de que si alguien lo calificara de raro, sería sinónimo de interesante pues, a quién le atrae la gente corriente? Algo le hace único y si no, que le pregunten a él por sus gustos y pasiones.

Hombre de muchas palabras y pocas demostraciones de sentimientos. Nadie la había enseñado. A menudo se preguntaba si debería evidenciar sus sentimientos con palabras de amor hacia su pareja y porqué a ella no le servía la manera en que él se lo demostraba, preocupándose por atender todas sus necesidades o deseos. ¿ No era evidente que él la quería? ¿ tenía que verbalizarlo a cada momento?

El hombre rudo no ama - Me preguntó un día.

Evidentemente toda persona ama a su manera y si a caso, es quien espera recibir amor el que usa su propia vara de medir. Así pues, este hombre estaba convencido de haberse equivocado al escoger a quien amar o a caso, no haberse explicado suficientemente bien con su pareja. Como debía darle a entender que él la quería? Me propuso dos opciones, si alguna vez se volvía a enamorar, la primera decirle, "soy así, soy lo que ves y no sé más. Haga lo que haga, lo hago pensando en nosotros y aunque no te lo diga nunca, te quiero "y la segunda opción, aprender a decir recurrentemente, te quiero.

Aprovechó para desahogarse y contarme que él "quería" a muchas personas, animales y objetos. Defendía que la palabra "querer" le parecía vulgar pues, quién no "quiere" a la familia, amigos o a sus animales? y argumentaba, no les vas diciendo cada día a todos que les quieres. Para él era evidente.

Así pues, qué palabras usar cuando te enamoras? Hacen falta las palabras? ¿Qué es más importante, los gestos o las palabras?

A su manera, me lo contó claramente. Que nadie espere recoger manzanas de un melocotonero. Aunque sean árboles frutales que se pueden injertar, el fruto resultante es diferente.

Nectarinas.

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